Podrá
parecer mentira o un cuento chino, pero lo cierto es que numerosos estudios han
demostrado que cuerpo y mente van de la mano.
El
dolor de espalda pueden desencadenarlo diferentes factores, pero entre ellos se
encuentran tus emociones, pudiendo ser la causa principal del problema, o contribuyendo
enormemente a agravarlo. Salvo casos
concretos en los que las molestias de espalda las provocan situaciones
determinadas (accidentes, patologías graves o problemas congénitos), el resto
de veces podremos evitar que este dolor aparezca o ayudar a que remita lo antes
posible, conociendo nuestras sensaciones, sentimientos y pensamientos propios.
El
dolor no es más que una señal de nuestro organismo que nos avisa de que algo no
va bien. Para contraatacar, solo tenemos que prestarle atención y pararnos a
pensar en las posibles causas. Es decir, conocerse para curarse.
De
cualquier forma, hay algo en pleno siglo XXI que afecta prácticamente al total
de la población, y que influye en gran medida en este problema: el estrés. Al
parecer, estar estresados o con ansiedad produce que nuestro organismo libere
gran cantidad de adrenalina, provocando mayor contractura muscular y tensión.
Inevitablemente,
esto afecta a nuestra estructura corporal, a nuestro sistema esquelético, que
es el que nos sostiene. Gracias a él, podemos hacer frente a la gravedad y el
movimiento, y además de proteger nuestros órganos y vísceras, nos permite
mantener una postura y estabilidad determinadas. Por ello, ya sea el estrés, la
ansiedad u otras emociones, nuestro sistema podrá verse perjudicado y alterado,
afectando a nuestro día a día, e influyendo en la postura que nuestro cuerpo
irá adoptando con el tiempo.
Solo
con la postura de una persona podemos saber cuáles son sus emociones.
Algunos
estudios revelan que las personas con pensamientos depresivos suelen tener
retracción de hombros; las personas agresivas mantienen una postura
interiorizada con el cuello hacia atrás; y las que están afligidas se encorvan
o bajan la cabeza.
Estos
son solo algunos ejemplos de que el sistema nervioso, mediante neuronas,
neurotransmisores e impulsos eléctricos permite que el pensamiento llegue al
tejido muscular en forma de una acción y, quizás, de una contracción voluntaria
o no, produciendo en nosotros el típico malestar y dolor de espalda.
Igualmente,
nuestras emociones provocarán respuestas que se traducirán en pensamientos
conscientes o inconscientes, que a través del sistema nervioso, llegarán a
nuestros músculos, órganos, vasos sanguíneos o la propia piel, por lo que
también serán causantes de otro tipo de alteraciones físicas, que podremos
controlar solo apaciguando los sentimientos que lo provocan.
¿Cómo
podemos ponerle solución al dolor de espalda?
Pues como veis, en muchos casos dependerá del grado de control que
tengamos de nuestro pensamiento. Ya hasta los especialistas y médicos intentan
averiguar cómo se encuentran nuestras emociones para ver si son o no el
problema causante del dolor.
De
cualquier forma, y aunque por supuesto que un buen tratamiento spa y un masaje relajante
o descontracturante nos ayudarán enormemente a recuperar el equilibrio físico y
mental que necesitamos para estar bien en nuestro día a día, a veces estos
síntomas tienen más que ver con malos hábitos de vida, sedentarismo, malas
posturas o situaciones ajenos a nosotros que quedan fuera de nuestro control,
como pueden ser los mencionados accidentes o algún tipo de enfermedad.