La eterna juventud se ha impuesto en la estética.
En la actualidad, para ser considerados atractivos no solo se busca la ausencia
de arrugas e imperfecciones cutáneas, si no que además, hoy día en los países
desarrollados prácticamente se exige un cuerpo esbelto, delgado y armónico,
tanto en hombres como en mujeres.
Cada prototipo de belleza ha respondido siempre a
un motivo determinado, ya fuese social o económico, siendo desde un principio
el hombre (aunque ahora sean mayormente los medios y diseñadores) el que
establecía cuál era el canon ideal para cada tiempo.
En el caso de la mujer, esta siempre ha sido
exhibida como un trofeo, y durante mucho tiempo fue apartada de órganos de
gobierno y otras responsabilidades sociales a causa de una sociedad
tradicionalmente machista que marcó un rol claro en sus vidas: conseguir un
marido al que complacer, tener hijos y ocuparse de las tareas del hogar.
Los patrones de belleza son cambiantes y pasajeros, y el gustar a los demás continuamente ha respondido a cuestiones concretas.
Los patrones de belleza son cambiantes y pasajeros, y el gustar a los demás continuamente ha respondido a cuestiones concretas.
Antaño ni de lejos se buscaba la extrema
delgadez; la gente de dinero debía estar entrada en carnes para demostrar que
contaban con dinero suficiente para comer abundantemente sin necesidad de
trabajar. Todo lo contrario que en la actualidad, donde quien cuenta con poder
adquisitivo acude al gimnasio, escoge bien los escasos alimentos que consume y
muestra una figura dibujada resultado de una constante actividad deportiva.
También ha habido otras razones que han guiado la selección de un físico. Hubo un tiempo en el que lo importante era incrementar el índice de natalidad, y el atractivo de la mujer residía en un cuerpo con curvas bastante marcadas, caderas anchas y pechos considerables. Si se trataba de tiempos de hambruna lo que se buscaba era mostrar cuanto mayor gordura mejor. Y si hablamos del momento en que la sociedad se preocupa en demostrar que cuidaba su imagen, algo que encaja más con nuestro tiempo, lo que se busca es la exaltación de la juventud y el obtener unas medidas de 90-60-90 las mujeres, y un cuerpo musculoso y fuerte los hombres.
Dentro del modelo de belleza contemporáneo, a modo de resumen y entendiendo que para gustos colores, lo establecido como atractivo viene a ser: para las mujeres, el lucir un rostro perfecto libre de arrugas, manchas o imperfecciones, una figura ligera, sin cartucheras o celulitis, con piernas contorneadas y firmes, un vientre plano, nariz pequeña, labios carnosos, pecho redondeado y simétrico, pelo largo y vistoso, y piel morena. Para los hombres lo establecido no dicta mucho de lo de las mujeres, puesto que cada vez más, se preocupan por su aspecto, considerándose atractivo un cuerpo atlético, musculoso y fibroso, una piel también libre de arrugas e imperfecciones cutáneas, cabello abundante y piel morena.
La población y el mundo en general han cambiado mucho, así como lo han hecho las clases sociales y la calidad de vida, por lo que las causas que llevan a este tipo de canon de belleza no guardan relación con la búsqueda de intereses concretos o de demostraciones sociales varias, si no que simplemente se desea gustar a los demás, mostrar una imagen atractiva y sexy, y lucir un aspecto agradable y llamativo.
Dentro de la cultura occidental podría decirse
que es solo a partir de la época clásica cuando podemos hablar de cánones
estéticos, puesto que previamente lo que existían eran preferencias que
conocemos gracias a pinturas rupestres, esculturas u obras de arte encontradas,
recalcando en su mayoría los cuerpos de las mujeres, con curvas protuberantes y
sin destacar sus rostros, como símbolo de buen augurio y de capacidad
procreadora. Además, los múltiples murales encontrados con este tipo de belleza
femenina ligados a representaciones de actos sexuales, nos hacen deducir cuáles
eran los gustos en cuanto a físico femenino del hombre primitivo.
Digamos que fue en Grecia donde nació el ideal estético del mundo clásico, un ideal de
belleza resultado de cálculos matemáticos en busca de pura simetría y
perfección. Según lo establecido, un cuerpo de hombre o mujer era bello cuando todas
sus partes eran proporcionales a la figura entera. A las mujeres las
representaban robustas, sin sensualidad, rostros triangulares, con ojos
grandes, nariz afilada, pecho pequeño y pelo normalmente ondulado recogido
hacia atrás. El ideal del hombre se basaba en cuerpos de atletas, buscando la
belleza en el equilibrio y el valor.
Roma recogió el patrón de Grecia, añadiendo a los cuerpos las armaduras propias de un pueblo más guerrero.
Roma recogió el patrón de Grecia, añadiendo a los cuerpos las armaduras propias de un pueblo más guerrero.
En la Edad
Media lo considerado bello tuvo una clara influencia cristiana, eliminando
entre otras cosas el maquillaje y las vestimentas poco recatadas. A las mujeres
las representaban con piel blanca como símbolo de pureza, rostro ovalado, ojos
y nariz pequeños, labios y pecho delgados. A los hombres se les representaba
como a guerreros, el pelo largo indicando fuerza y virilidad, vigorosos, de
espalda y pecho anchos.
Igualmente era indiscutible la influencia de las invasiones bárbaras, mostrando la belleza nórdica de ninfas y caballeros.
Igualmente era indiscutible la influencia de las invasiones bárbaras, mostrando la belleza nórdica de ninfas y caballeros.
En el Renacimiento se consideraba
atractivo todo aquello que representase armonía y proporción, guardando por
tanto similitud con el mundo clásico. La figura del hombre seguía mostrándose
atlética, mientras que las mujeres consideradas hermosas eran de piel blanca,
ojos grandes y claros, pelo largo y rubio, cadera levemente marcada, cintura
estrecha, pecho pequeño y labios y mejillas sonrosados, usando ligeramente
colorete y carmín para ello.
El Barroco fue el momento de la pomposidad, lo fastuoso y recargado en todos los aspectos, y por supuesto, en los cuerpos. Lo atractivo se hallaba en el abuso de complementos y maquillajes (abundantes joyas, pintalabios, perfumes, peinados, encajes…). Era la época de la coquetería.
El ideal de belleza femenino era, por tanto, muy artificial, cuerpos más gorditos, caderas anchas, pecho prominente (y si no se tenía, se buscaba tenerlo con el corsé), cintura estrecha y pieles blancas. Los hombres también llevaban la piel blanca y sonrosada, en ocasiones con pelucas y sin ser musculosos.
La Ilustración del XVIII fue la encargada de
poner un punto de sobriedad a todas estas formas.
En el siglo
XX, y salvo en los años 70 donde se buscaban formas rectas y delgadas sin
cadera ni pecho, ya comenzó a establecerse el ideal de belleza y atractivo que
alcanza hoy nuestro tiempo, con cuerpos delgados, ligera cadena, pecho
redondeado y labios prominentes.
En la actualidad podría decirse que son los diseñadores y medios de comunicación quienes establecen los patrones a seguir, y quienes deciden qué es bello y qué no.
El cuerpo humano siempre será el mismo, pero de
la misma forma en que cambian las tendencias, irá cambiando el concepto de
atractivo corporal.
Ya no solo depende del tiempo en que nos
encontremos, si no de la propia cultura.
En ocasiones ni siquiera entendemos cómo puede considerarse bonito, sexy o bello las costumbres de otras poblaciones, como por ejemplo la de las mujeres de Birmania que cuelgan en sus cuellos hasta deformarlos infinidad de aros (mujeres jirafa); el afán de la mujer tuareg por conseguir multitud de michelines que den forma al vientre; el estirar los pechos a las adolescentes de Guinea Papua hasta dejárselos lo más caídos posible, según ellos para tener más posibilidades de casarse; etíopes que deforman sus labios con discos de arcilla; y muchos otros ejemplos de sociedades en las que a las mujeres se les afeita la cabeza, se les liman los dientes o se les inmovilizan los pies para conseguir que los mantengan pequeños, por considerarlo como algo realmente bello.
En ocasiones ni siquiera entendemos cómo puede considerarse bonito, sexy o bello las costumbres de otras poblaciones, como por ejemplo la de las mujeres de Birmania que cuelgan en sus cuellos hasta deformarlos infinidad de aros (mujeres jirafa); el afán de la mujer tuareg por conseguir multitud de michelines que den forma al vientre; el estirar los pechos a las adolescentes de Guinea Papua hasta dejárselos lo más caídos posible, según ellos para tener más posibilidades de casarse; etíopes que deforman sus labios con discos de arcilla; y muchos otros ejemplos de sociedades en las que a las mujeres se les afeita la cabeza, se les liman los dientes o se les inmovilizan los pies para conseguir que los mantengan pequeños, por considerarlo como algo realmente bello.
Lo que para nosotros sería un castigo para ellos
es atractivo corporal.
De cualquier modo, en nuestra sociedad parece que
el modelo posmoderno tiene varias vertientes, y aunque sí que es cierto que se
ha impuesto el culto a la imagen, no solo se busca un modelo estético concreto,
si no que las personas intentan conseguir más que nunca un bienestar físico y
mental, alcanzar una seguridad personal que reside en el encontrarse bien con
uno mismo sin necesidad de ser tal y como marquen los modelos de pasarela.
Al fin y al cabo, y pase el tiempo que pase, la única verdad siempre será una; la belleza está en los ojos del que mira.
No hay comentarios:
Publicar un comentario