Con el paso de los años nuestra piel pierde brillo, elasticidad y firmeza. Y es que a medida que pasa el tiempo, nos vamos exponiendo a una serie de agentes externos y a alteraciones físico-químicas internas que provocan su envejecimiento.
Podemos decir que la piel es a simple vista una estructura lisa, pero en realidad presenta una serie de pliegues y surcos que se irán potenciando si no la cuidamos adecuadamente.
Hay, por ejemplo, hendiduras presentes
en las articulaciones (en codos, rodillas…) que se van volviendo prominentes y
ásperas, poros u orificios que son el canal de salida de la glándula sudorípara
y sebácea que van agrandándose y desequilibrándose , o las temidas arrugas
provocadas por diversos factores que hacen que nuestra piel deje de mostrarse
firme.
A
partir de los 25 años, el envejecimiento de la piel comienza a dar sus primeras
señales, potenciándose aún más a partir de los 40. Es el momento en que
nuestro organismo deja de proporcionarle a la piel las mismas cantidades de
colágeno, elastina (responsable de la elasticidad) y glicosaminoglicanos
(retentivos de la humedad).
El
colágeno es una fibra proteínica que da firmeza a la piel, evitando que esta se
vea más delgada y débil de lo debido, y por tanto, consiguiendo que no se
“resquebraje” y aparezcan las antiestéticas arrugas.
Esta
proteína es segregada por unas células del tejido conjuntivo llamadas
fibroplastos, pero con la edad y la lentitud de los procesos metabólicos propia
de los años, se produce una reducción de la producción hormonal que ocasiona la
pérdida de este elemento y la aparición de flacidez en los tejidos.
Además,
habría que tener en cuenta a enemigos cercanos que afectan negativamente a
nuestra piel. El estrés, el ejercicio físico exagerado, la contaminación
exterior, el sol o el tabaco son algunas de las cosas que aceleran el proceso.
Aparte,
una mala alimentación (sobretodo a base de azúcares simples) o malos hábitos de
vida provocan las desnutrición de nuestra piel, volviéndola vulnerable y
exponiéndola sin protección a un sin fin de toxinas.
Para controlar estas
pérdidas
y ayudar en la medida de lo posible a nuestra piel, debemos protegerla de los
radicales libres con antioxidantes, ya sea con los alimentos que ingerimos o
aplicándonos cremas que los contengan.
Es necesario que nuestro organismo cuente con los nutrientes necesarios para continuar segregando aquellas sustancias que vienen bien a nuestra piel, por lo que debemos comer sano y hacer uso de complejos vitamínicos en caso de que nuestro cuerpo lo requiera (consultarlo previamente con un médico).
Además, el no llevar una vida sedentaria o el ayudarnos de aparatología estética que mejore la circulación sanguínea contribuirá a que esos aportes nutritivos lleguen adecuadamente a los órganos encargados de sintetizarlos, y estimulará así una producción hormonal natural que beneficiará el mantenimiento de una piel sana, luminosa y firme.
Por
supuesto, también podemos ayudarnos de cosmética específica que cuenta con un
determinado tanto por ciento de colágeno, o podemos tomarlo directamente via
oral, en forma de polvos, pastillas o líquidos, en concentraciones de
diferentes clases. Una gran ventaja del colágeno es su total compatibilidad con las células
cutáneas y su asimilación por todo tipo de pieles, incluso las más sensibles. Cuánto más
puro sea y más calidad tenga el producto en cuestión, mucho mayor será la
regeneración de los tejidos. En el mercado y la industria cosmética existen
infinidad de ellos apropiados para cada tipo de piel específico.
Los
tratamientos dermatológicos son indispensables para combatir el proceso
inexorable de la edad y retrasar sus efectos sobre la piel. La finalidad
principal es renovar los tejidos conjuntivos, reforzando
la capacidad de hidratación y retención de agua en el interior
de las células, lo cual proporciona un buen estado a la epidermis.
Para
activar el colágeno a través de aparatología avanzada, en la actualidad
contamos con distintas técnicas, algunas más agresivas que otras, entre ellas el
láser, cuya energía se traduce en calor en las capas medias de la piel,
ayudando a la regeneración de las fibras de colágeno y eliminando las capas más
superficiales de esta, al tiempo que deja una ligera lesión que, en
teoría, el colágeno debe
reparar.
Totalmente efectivo y menos agresivo resulta el fotorrejuvenecimiento
con luz pulsada.
También está la mesoterapia, aportando nutrientes a nivel interno de la dermis, activando las células de la piel, y provocando la migración de los fibroplastos para que produzcan el colágeno.
reparar.
Totalmente efectivo y menos agresivo resulta el fotorrejuvenecimiento
con luz pulsada.
También está la mesoterapia, aportando nutrientes a nivel interno de la dermis, activando las células de la piel, y provocando la migración de los fibroplastos para que produzcan el colágeno.
Igualmnete,
podemos recurrir a peelings más o menos potentes, que actúan sobre las capas de la piel,
eliminándolas y haciendo que la propia piel se active reparándose así misma y
produciendo colágeno. Hablamos de tratamientos con dermoabrasión, peelings ultrasónicos o químicos.
Finalmente
no podemos dejarnos algunos de los tratamientos estrella, aquellos que
cuentan con los mejores resultados
alcanzados hasta el momento: la radiofrecuencia y los complejos con vitamina C.
La radiofrecuencia es una técnica basada en radiaciones electromagnéticas que actúan a un nivel más profundo de la dermis, ocasionando un calentamiento que provocará la activación celular de producción de colágeno, ayudando a sustituir las células más envejecidas y estimulando la producción de otras nuevas, sin ocasionar lesión alguna.
La radiofrecuencia es una técnica basada en radiaciones electromagnéticas que actúan a un nivel más profundo de la dermis, ocasionando un calentamiento que provocará la activación celular de producción de colágeno, ayudando a sustituir las células más envejecidas y estimulando la producción de otras nuevas, sin ocasionar lesión alguna.
¡Cuida tu piel hoy y te alegrarás mañana!
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